Trastorno por Déficit de Atención
El Trastorno por Déficit de la Atención denominado con la sigla TDA o TDAH (si se agrega el componente de la Hiperactividad), es un trastorno que se presenta en las personas desde los primeros años de vida y puede durar incluso hasta la adultez.
Se caracteriza por una dificultad o incapacidad para mantener la atención voluntaria frente a determinadas actividades tanto en el ámbito académico, como cotidiano. Por ende las relaciones sociales se ven afectadas por el hecho de que es muy difícil para una persona de estas características seguir reglas o normas rígidas de comportamiento. Habitualmente se asocia este déficit a una falta de autocontrol y sobretodo dificultades en la toma de conciencia de los errores propios para la persona afectada.
Con relación a las causas hasta el día de hoy no hay claridad en el tema y son muy variadas las teorías que tratan de explicarlas, sin duda lo que si es importante destacar es que existen causas de orden genético, otras que se desarrollan en el periodo de embarazo y otras generadas después del parto.
Existen fuertes evidencias que la presencia de un desorden fisiológico a nivel de unos neurotransmisores llamados catecolaminas, todo esto a nivel del sistema nervioso central, sería una de las causas más aceptadas. Otra de las razones más estudiadas dice referencia a la de los efectos que pueden causar en el comportamiento los altos niveles de plomo, los traumas y la ingesta de determinados alimentos. Se cita además que el TDA también puede ser agravado por factores sociales o ambientales (deprivación), o una enseñanza deficiente.
Afecta entre un 3 a un 5 % de la población con una prevalencia mayor en los varones en una relación de 1:4 con respecto a las mujeres. El TDA no conoce limitaciones, ocurre en todos los niveles sociales, culturales, económicos y raciales.
La sintomatología que caracteriza a este síndrome puede ser muy variada, uno de los síntomas más comunes que se evidencian en el TDA tiene una relación con el alto nivel de actividad motora que presentan algunas personas y que es conocido como HIPERACTIVIDAD el que se entrelaza con otro síntoma frecuente la IMPULSIVIDAD reflejada principalmente en la toma de decisiones, en la realización de varias actividades, en juegos, deberes escolares, etc.
Para poder determinar si la presencia del TDA es de carácter hiperactivo, debe presentar algunas de las siguientes conductas:
− Está inquieto con las manos o los pies o no puede quedarse sentado quieto.
− Frecuentemente se levanta de su lugar en clases.
− Está activo en situaciones en que es inapropiado.
− Tiene dificultad en hacer cosas en forma tranquila.
− Está como si “no se le acaban las pilas”.
− Habla en forma excesiva.
− Responde antes de que la otra persona termine.
− Tiene dificultad en esperar su turno.
− Frecuentemente interrumpe.
Pero quizás el rasgo más relevante o más decisivo de la existencia de un posible déficit atencional es la falta de atención o INATENCIÓN que se ve reflejado en conductas como:
– Falla en dar atención cercana a detalles o comete errores por no fijarse en trabajos de la escuela o en otras actividades.
– Tiene dificultades en mantener la atención en trabajos o en otras actividades.
– Parece no escuchar cuando se le habla.
– No sigue las instrucciones o falla en terminar las cosas
– Tiene dificultad en organizarse
– Evita situaciones que implican mantener un nivel constante de esfuerzo mental
– Frecuentemente pierde cosas
– Se distrae con estímulos externos
– Es olvidadizo de actividades diarias.
Los síntomas que se evidencian en un TDA pueden presentarse en su totalidad o parte de ellos lo que dependiendo de las diferentes combinaciones va a depender de qué tipo de TDA es el que se posee. El Manual Diagnóstico Estadístico de Enfermedades Mentales DSM- IV, distingue tres subtipos de Trastorno por Déficit de la Atención:
1. TDA tipo combinado: Esta categoría se utiliza si al menos 6 de los síntomas de atención y 6 de los síntomas de hiperactividad – impulsividad están presentes por un mínimo de 6 meses (A juicio de muchos autores la mayoría de los niños y adolescentes tienen el tipo combinado).
2. TAD tipo Inatención predominante: Se utiliza si al menos 6 síntomas de atención, pero menos de 6 en el ámbito de la impulsividad – hiperactividad están presentes por un mínimo de 6 meses.
3. TDA Tipo hiperactivo – Impulsivo: Es usado si al menos 6 síntomas de hiperactividad- impulsividad están presentes, pero menos de 6 de ámbito de la atención por un mínimo de 6 meses.
La generalidad de las investigaciones mundiales han estudiado el TDA desde la perspectiva de la falta de atención asociada casi siempre a altos niveles de actividad motora, es tanto así que algunos autores se refieren a niños con déficit atencional homologándolos con niños hiperactivos. En este sentido es importante destacar que si bien es cierto que un alto porcentaje de niños hiperactivos presentan problemas atencionales, no todos los niños con problemas atencionales presentan una hiperactividad motora. Es más se estima que un 50% de los niños con TDA, no presentan hiperactividad, sino más bien en una falta real de actividad por parte del niño llamada también HIPOACTIVIDAD.
Existen patrones y conductas que caracterizan a este tipo de población infantil. Dentro de ellas están:
1.- Pierden el rumbo de la tarea: mientras que el niño con TDA con hiperactividad pierde la pista de lo que está haciendo en forma notoria, el niño sin hiperactividad lo hace pasivamente y sin llamar la atención de sus maestros.
Ya que siempre pareciera estar en otro mundo, con su mirada perdida, su tranquilidad les hace flotar por largos períodos no captando la información contenida en la explicación del profesor.
2.- Presentan patrones de pensamiento indefinidos: Es muy difícil para ellos mantener informaciones en forma lineal y secuenciada. Pierden detalles esenciales de la información obtenida para recibirla y procesarla en forma desordenada. Los pasos de un proceso (ciencias) que deben ser seguidos en cierto orden los mezclan revolviéndolos. Lo que se ha aprendido no aparece en su pantalla mental cuando la necesita. Su memoria es vaga, dispersa, esto les impide realizar un conjunto de actividades que requiera una tarea.
3.- Cambios de primeras impresiones: Los niños con déficit atencional, cambian rápidamente las primeras impresiones de las informaciones que reciben. Es por esto que, pueden aparecer borrando y cambiando todo lo que realiza, ya que lo que ve y lo que escucha no siempre es procesado junto.
4.- Poseen un tiempo cognitivo lento: El procesamiento de la información obtenida y rescatada es lento y generalmente no logran responder frente a las presiones de tiempo, cuando se les solicita que realicen algo en un tiempo corto y determinado pasan largos periodos tratando de encontrar información sin obtener resultados. No reaccionan de inmediato. Entonces el trabajo escolar les consume mucho esfuerzo y les agota rápidamente.
5.- Poseen problemas para nominar y describir: Al poseer un tiempo cognitivo lento, no retienen o no logran evocar conceptos para nominar y describir situaciones, ya que necesita un periodo más largo para poder identificar cual es la información necesaria. Pueden dar grandes sorpresas de eficiencia cuando se les otorga un plazo de tiempo más largo para elaborar sus respuestas.
6.- Auto observaciones orales: es característico en estos niños que cada vez que reciben una instrucción la repitan en forma oral, de modo de fijar los detalles específicos de lo que están escuchando. Por la complejidad que presenta el TDA se hace necesario la rigurosidad en la entrega de datos, por parte de los padres y profesionales a cargo del niño al momento de la evaluación, porque se ha evidenciado en los últimos años un sobrediagnóstico de este cuadro llevando a entregar el rótulo de TDA a niños con otros problemas, como al trastorno opcionista desafiante, al trastorno de la vigilancia, a los cuadros obsesivos compulsivos, a la depresión, etc.
La etiología del cuadro así como su diagnóstico es bastante compleja se estima que las causas están determinadas en función de si son atribuidas a factores endógenos básicamente genéticos, exógenos pre, peri y post natales, como elementos o factores ambientales como la familia, el nivel sociocultural, la escuela, la contaminación, etc.
“De acuerdo a las investigaciones de los últimos 10 años mediante técnicas de formación de imágenes, podría darse a un mal funcionamiento de ciertas regiones del cerebro, lo que explicaría los síntomas del trastorno”.
Considerando “el gran número de síntomas que presenta el TDA, su mullticausalidad, problemas emocionales y los numerosos déficit que se le asocian, parece lógico pensar en un abordaje multimodal, multidisciplinario y sistémico.”
Es en este punto el del tratamiento y manejo, donde se encuentra uno de los mayores conflictos al momento de poder definir una estrategia de trabajo con los niños y adolescentes que presentan Trastorno por Déficit de la Atención con y sin Hiperactividad, ya que la controversia surge a partir de 2 grandes posturas, la de la intervención farmacológica asociada a otras estrategias escolares y la postura antagónica de un manejo sin medicamentos sólo con cambios estructuras de enseñanza y terapias psicológicas y psicopedagógicas.
Desde hace “años las alternativas de tratamiento del TDA han estado confinadas al uso de psicoestimulantes como el metilfenidato, la dextro-anfetamina y la pemolina entre otros. Por sus favorables efectos en la reducción de los síntomas y manifestaciones de TDA son los medicamentos de primera línea en su tratamiento”. Estos fármacos mejoran la conducta entre un 70 y 90% de niños mayores de 5 años, los que reciben este tratamiento no sólo son menos impulsivos, inquietos y distraídos, interiorizan mejor las informaciones, se relacionan mejor, establecen de mejor forma compromisos y por ende se autocontrolan más eficientemente. Lo que conlleva que sean más aceptados y más queridos por sus compañeros y reciben menos castigos, mejorando por ende sus autoestima.
Sin embargo, este tipo de intervención farmacológica presenta algunas restricciones como el mal uso del medicamento, la farmacodependencia que se produce en algunas personas, y el error de que el tratamiento farmacológico es sustentado como única alternativa al problema de atención, descuidando notoriamente el tratamiento integral.
Estos medicamentos desarrollan en algunos menores efectos colaterales, que a juicio de muchos autores y sobretodo de los detractores de este tipo de intervención, son los que en vez de ayudar a un mejoramiento de los niveles atencionales del niño dentro de la sala de clase dificultan aún más el proceso, como son taquicardia, nerviosismo, insomnio, hiperactividad, tics, etc.
Existe una postura antagónica de tratamiento y manejo de niños con TDA, la cual presenta alternativas que dejan por fuera el uso de fármacos y postula que solamente se debiera intervenir en el ámbito del desarrollo de estrategias dentro de las metodologías escolares, adecuación curricular, además de apoyos multidisciplinarios para el desarrollo de estrategias eficientes en el manejo de la atención y de la conducta impulsiva o hiperactiva según sea el caso. Dentro de esta línea de trabajo juegan un rol muy importante el psicólogo clínico y educacional, el psicopedagogo, el Especialista en Dificultades del Aprendizaje, los docentes directos de los niños y especialmente sus padres.
En la literatura actual sobre el tema aparece una postura más bien ecléctica en la cual se conjugan las dos visiones antes presentadas, y se desarrollan estrategias de trabajo en el cuadro involucrando a todos los agentes directos que intervienen en el proceso de desarrollo del niño. Dentro de esta postura integracionista destaca el hecho de que para poder llegar a una intervención medicamentosa es fundamental determinar las causas reales del trastorno, porque en casos determinados de dificultades neuroquímicas en el niño se hace necesario la utilización de fármacos para poder ayudarlo en el manejo de la atención y de la conducta.
Un elemento fundamental en el tratamiento del TDA, es el trabajo que se haga con los padres y principalmente con los profesores, ya que son estos quienes deben resolver diariamente los conflictos que el niño evidencia. Los padres pueden ser apoyo real al mejoramiento del niño, como también pueden llegar a ser los más grandes destructores de todo el trabajo, es por esta razón que se les debe considerar y mantener informados y comprometidos siempre en las labores a realizar con sus hijos.
Los profesores por su parte, pasan a ser en este panorama quienes hacen de juez y parte, ya que son ellos los que precozmente comienzan a descubrir las anomalías que presenta el niño en la sala de clases, dentro de los primeros indicios que detectan los profesores están el mal comportamiento, el bajo rendimiento escolar, la desmotivación por aprender, la falta de compromiso en las tareas, desorganización de los materiales personales de trabajo, en algunos niños hiperactividad constante y en otros una hipoactividad que pareciera que fueran niños ausentes (son los muchas veces denominados “estar en la luna”). Frente a esta diversidad de síntomas los profesores comienzan inicialmente a alertar a los padres de la problemática que está ocurriendo en los periodos de clases, al mismo tiempo que inician una serie de estrategias de trabajo con ellos tratando de motivarlos y hacerlos partícipes del proceso de enseñanza y aprendizaje. Estas estrategias van estar determinadas por el nivel de conocimiento que el maestro posee sobre estos temas y como sea su nivel de compromiso con sus alumnos, muchas veces se inician trabajos dentro de la línea de la conversación y tratando de ganar la confianza del niño, otras veces cuando esto ya no surte efecto se procede con las amonestaciones y en este caso comienzan a intervenir otros funcionarios (orientadores, directores, docentes de apoyo), según sea la magnitud del problema. Lo que conlleva que el real foco de conflicto no sea la falta de atención del alumno, sino más bien sus problemas de conductas.
El trabajar con niños que sean desatentos, hiperactivos, disrruptivos dentro de la sala de clases o simplemente que no manifiesten deseos de aprender, con el paso del tiempo se transforma en una situación muy difícil de sobrellevar para un profesor, es por esto, que una detección precoz de un posible trastorno en estos niños es primordial, sobretodo por el clima de trabajo dentro de las clases.
Las formas reales de detección pueden ser muy variadas aunque generalmente la alarma se enciende en el colegio o escuela, porque es el profesor uno de los primeros en detectar que algo no está funcionando como corresponde con sus alumnos. Los padres, además, son los primeros agentes además, en descubrir algún tipo de anormalidad en el comportamiento de sus hijos cuando éste se presenta a muy temprana edad.
Existe una pauta de detección con los criterios de diagnóstico que permite abordar y pesquisar desde una línea muy simple algunas de las conductas más complejas que pudieran estar dando alguna señal de alerta en los niños. Los criterios que en esta pauta aparecen sirven claramente para el diagnóstico del Trastorno por Déficit de la Atención ya que está claramente detallada en función de los criterios específicos para poder referirse a un cuadro de este tipo.